lunes, 21 de marzo de 2011

Sólo en Triana



Sólo Triana es capaz de inventar miniaturas de Semana Santa para ir paladeando el tiempo despacio, como si fuera de caramelo con sorpresa. Ayer volvió a convertir el trecho entre su Catedral y San Jacinto en una estación de penitencia gozosa para que el Cristo que mira al cielo y la Estrella trajeran al arrabal los colores de un Domingo de Ramos. Llevaban el júbilo de su barrio, su esplendor de cofradía, su perfección, su estética y su belleza, pero también portaban esas plegarias de invierno y suelo de capilla mojado de la mujer que no olvida entrar a rezarles, del anciano que se sienta a contemplarlos para dejarles sus penúltimas oraciones, del niño que sueña acompañarlos.

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