
Y soñé que poco a poco,
por San Jacinto avanzabas,
y dejando el Altozano,
el puente cruzabas.
Soñé que veía a La Virgen,
reflejándose en el agua,
y su voz, dulce y serena,
me decía que despertara.
Y desperté madre del sueño,
y delante de mí estaba,
y en lo oscuro de la noche,
como el mismo Sol brillaba.
Ésa luz que me ilumina,
¡Estrella!, madre, se llama
ésa estrella que se bajó de los cielos,
para vivir en Triana.