jueves, 12 de marzo de 2009

AL ENCUENTRO DE LA LUZ





Salimos al encuentro de la luz y la luz era en Triana; esa luz antigua de bronce y fragua que mira por el agujero del pecho del brujo a la Giralda, por el camino más corto que es por donde te cruza el recuerdo del puente a San Jacinto, no hace falta llegar a la iglesia conventual donde la añoranza siempre evoca que desde allí salió la luz primera del Domingo de Ramos en Triana durante varios siglos. El gozo te frena a las puertas una casa de hermandad grande que no pudo resistirse a ser joyero de Reina y se convirtió en Capilla. El sol en lo más alto del medio día recuerda que esta luz es la que siempre soñamos para el Domingo del que nunca quisiéramos despertar. Porque esa luz la sabe tu memoria con los ojos cerrados, la palpa, la huele, la reconoce a tientas y esa es la razón por la que se te cae encima el techo de tu casa para que contemples el cielo de Sevilla. Hay bulla para ver esa Estrella de la mañana, no es que su Capilla sea de reducidas dimensiones, es que se queda chica; donde no cabe la Gracia, la gracia se sale; donde no cabe más belleza ni más hermosura delicada, se salen. Mientras nosotros formamos cola para extasiarnos en su esplendor, Ella se Sale…la Estrella no cabe entre los cuatro evangelios de un presbiterio, la Estrella necesita un firmamento. Un firmamento para la vía láctea de sus párpados caidos, para la luna llena de sus mejillas de nácar, para el espacio sideral de su boca entreabierta, para el universo al descubierto de sus primorosas manos. Salimos al encuentro de la luz y la luz era en Triana el beso

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